Todo empezó cuando nació mi madre, en una de las casitas que se encuentran bajo el reloj de San Martín, en Azkoitia. Siempre que alguien le pregunta de dónde es así lo dice, que ella es de San Martín, antes que de Azkoitia. En esa misma casita vivía mi bisabuela, “Samartingo amama” (la abuela de San Martín), así es como la llamábamos.
Cuando nací, íbamos a la casa de San Martín casi todas las semanas, a visitar a Samartingo amama, así como a saludar al pequeño Lai, el perrito de una de las vecinas de mi bisabuela con el que me encantaba jugar.
Samartingo amama me regalaba un montón de cosas. Una vez me sorprendió con una cocinita con la que jugué durante años, más tarde me regaló un vestido de esos que les encantan a todas las niñas porque la falda da muchas vueltas… y siempre siempre siempre, cada vez que la visitaba, tenía en su habitación una cajita de “mostachones”, unas típicas galletas de Azkoitia que están riquísimas, y repartía entre sus bisnietos.
Yo era una niña, y mi bisabuela era muy mayor, ya estaba cerca de los 90. La quería mucho.
Tal y como iba creciendo cada vez era más consciente de su vejez, y cada semana que íbamos a visitarla había envejecido mucho más.
Recuerdo el día que la vi por última vez. Yo tenía 9 años. Ella estaba en la cama, en su habitación. Al lado del armario que guardaba los mostachones, pero ya no se podía levantar para compartirlos como siempre hacía. Nos íbamos a casa, y al despedirnos le di un beso como siempre. Estaba muy mayor ya, hacía tiempo que no la vi levantada (ni sentada). Estaba muy cambiada físicamente. Y por primera vez en mi vida sentí que tal vez aquel sería el último día que iba a ver a Samartingo amama. Así fue.
Con Samartingo amama sentí por primera vez lo que es perder a alguien querido, y aprender a aceptar que ya no la vas a volver a ver nunca más. Aún así, el hecho de no verla nunca, no significa que debes dejar de quererla, y cada vez que miraba el reloj de San Martín, sabía que Samartingo amama seguía ahí de algún modo. De hecho, en aquella época me encantaba dibujar, y siempre quise hacer un dibujo del reloj de San Martín para ella, que lamentablemente no lo llegué a hacer a tiempo.
Pero la vida siempre da segundas oportunidades. Años después, en las fiestas de San Andrés en Azkoitia, participé en un concurso de dibujo. Había que dibujar un edificio identificativo de Azkoitia. Adivina en cual pensé. Tan solo tenía que subir a casa de mi abuela para ver el reloj de San Martín desde una vista privilegiada, y dibujarlo. No era por el concurso, debía hacer el dibujo que nunca hice a Samartingo amama, era el momento. Cómo es la vida, que casualmente (o tal vez no), aquel día gané el concurso de dibujo de San Andrés con el reloj de San Martín. Y aunque me hizo mucha ilusión aquel premio, lo que realmente me emocionó fue pensar que cumplí mi propósito, y Samartingo amama ya tenía el dibujo que nunca le di. Ella me ayudó a ganar aquel concurso, ella me dio la habilidad para trazar las mejores líneas aquel día. Así lo sentí y aún pienso que tuvo algo que ver.
Han pasado los años y la vida me ha hecho venir a vivir a Azkoitia. Aunque desde mi ventana no se ve, vivimos justo debajo del montículo donde se alza el reloj de San Martín y la casa de Samartingo amama.
Estos últimos meses no han sido precisamente los mejores de mi vida, ni la de mi familia. He pasado una racha bastante mala donde me he sentido algo perdida y sin saber cómo tirar para adelante, pero creo que este no es ni el momento ni el lugar de hablar sobre este tema. Pero como dice el refrán: “después de la tormenta, llega la calma”, y aunque a veces tarda mucho en salir el sol, siempre hay “otro punto de vista”. No tiene porque ser el mejor, pero sí el que nos hace ver que dentro de los problemas más horribles podemos encontrar las sorpresas más bellas.
El domingo por la tarde mi tía me mandó un Whatsapp con una foto de un arco iris hecha desde la ventana de la casa de mi abuela. “Tu la harías mejor pero…” me puso. Fui inmediatamente a mirar por la ventana y ahí lo vi, un intenso arco iris a todo color desafiando la fuerte tormenta que cubría todo el pueblo. Me puse las primeras zapatillas que pillé, una sudadera por encima del pijama y salí corriendo a la calle.
Ahí estaba, el precioso arco iris cayendo directamente sobre el reloj de San Martín, poniendo color a aquella nube triste y gris que desde este punto de vista, parecía incluso más alegre. Una vez más y después de muchos años, volví a sentir la compañía de Samartingo amama. Volvió para recordarme que es en los peores momentos cuando hay que ver el lado positivo de las cosas. Tan solo trata de mirar al arco iris que está justo detrás de ti.
Emocionante, Ainara. Ay, esos abuelos y abuelas… cuánto se les quiere y se les añora a la vez. Gracias por compartir la historia de Sanmartingo amama, es muy dulce… Estoy segura de que el dibujo del reloj cumplió su propósito… La vida no deja de sorprendernos.
Como dices tú, las malas rachas acaban por pasar. Como me digo yo a mí misma, son malos tiempos para los soñadores, pero no por eso podemos dejar de soñar.
Ánimo y, de nuevo, gracias por esta historia. Me ha recordado cosas de mi infancia que sé que nunca olvidaré. Gracias, de verdad 🙂
Gracias a ti Eva por tomarte el tiempo para leerla 🙂 Me alegro de que te haya hecho revivir de algún modo tu infancia, espero que sean recuerdos bonitos! ¡Un beso!
Oso politte Ainara, barrutik kontautekue . Argazkiak ere zoragarriak
Gorantziak zure izebari
Eskerrik asko Izaskun! Muxu bat!!
Hola Ainara,
Te acabo de descubir y éste ha sido el segundo post que he leído : me ha emocionado. Te felicito por lo buena escritora y fotógrafa que eres. Seguiré visitando tu blog…
Un saludo,
Lorena
Hola Lorena,
Muchas gracias por tus palabras y bienvenida. Has aterrizado en uno de los posts que más me gustó escribir 🙂 Espero verte más veces por aquí, me encantará leer tus comentarios y opiniones.
Un abrazo,
Ainara
Precioso reportaje Ainara y un final inmejorable:
es en los peores momentos cuando hay que ver el lado positivo de las cosas. Tan solo trata de mirar al arco iris que está justo detrás de ti.
Gracias.