Son las 10:30 de la mañana en Santa Claus Village. Está nevando y hace un frio terrible, el termómetro marca -16ºC ¡qué horror! Acerco el coche hacia la zona donde está el cartel de “P” de parking, pero no sé si he aparcado bien o mal, ya que las líneas de los aparcamientos están cubiertas por la nieve.
Entro al edificio central y pregunto en el mostrador de información por Aija, la elfa que me dará la acreditación para hacer fotos a Santa Claus y me acompañara durante esta jornada navideña. Todavía no ha llegado, así que aprovecho para mandar algunas postales. Para cuando estoy terminando de escribirlas, llega Aija, y me hace la bienvenida sellándome un papel que certifica que acabo de cruzar la línea del círculo polar. ¡No sabía que te daban un certificado! Pero bueno, me hace ilusión tener algo así de recuerdo.
Santa Claus Village y la casa de Papá Noel
Salimos del edificio central para acercamos a la casa de Santa Claus, y observo un cartel donde puedo leer “Santa Claus is here”. En todo el poblado se escuchan de fondo canciones navideñas continuamente, hace mucho frio y está nevando.
Entramos a la casa de Santa Claus, tiene una decoración que cuida hasta el más mínimo detalle. Nos adentramos por un pasillo oscuro hasta llegar a un enorme reloj que para el tiempo del planeta, de esta forma, Santa Claus puede repartir todos los regalos en tan solo una noche.
Subimos las escaleras, y en la planta de arriba, hay una pared llena de fotografías de personajes famosos que han venido a visitar a Santa Claus, por nombrar algunos, las Spice Girls, Lordi, y también los personajes de Disney Mickey y Minnie. Al lado, hay unas estanterías donde guarda algunos recuerdos y trucos para llegar a ciertas partes del mundo, como el camuflaje para los renos, que se disfrazan de camellos para repartir regalos a los niños del desierto.
Sin darnos cuenta, llegamos hasta la puerta del salón donde se encuentra Santa Claus. Esperamos a que nos de paso.
Conocer a Santa Claus en persona
Nos invita a entrar, y nada más verle le entrego inmediatamente la carta que escribió mi prima de 6 años. Mientras se coloca unas minúsculas gafas ante sus ojos para leerla, aprovecho para hacerle algunas fotos.
Me pregunta de donde soy en inglés, pero cuando le digo que vengo de Donostia, en seguida me empieza a hablar en un fluido castellano contándome lo bien que se lo pasó el año pasado de vacaciones en la playa de La Concha. No sé qué pensamiento me bloqueó más, su facilidad de cambiar de idioma a la perfección o imaginarme al mismísimo Santa Claus tomando el sol en la playa donostiarra. Me quedo boquiabierta unos segundos, sorprendida por la cantidad de cosas que sabe, ¡y no se le escapa ni una! Para rematar la mañana me dice que le de recuerdos a Olentzero cuando vuelva a mi tierra. Impresionante.
Los elfos de Santa Claus Village
Mientras le comento a Aija lo increíble que me parece que sepa tantas cosas sobre cualquier parte del mundo, nos acercamos al edificio de correos, donde entre 3 o 4 elfos se encargan de recibir y clasificar por países las cartas que los niños envían a Santa Claus.
Una de ellas es la que mejor conservan, nada más y nada menos que una carta que mide más de 50 metros de largo.
Hay que ver lo que cunde un día en Santa Claus Village, ¡es como volver a la infancia!
Ya es la hora de comer, y me acerco al coche a coger el taper donde he traído la comida. La comida, obviamente, está fría helada. ¿Qué pretendo con estas temperaturas donde el mercurio casi ni se asoma? Para las 16:00 empieza a anochecer, así que espero a que enciendan las luces para tomar algunas instantáneas en la hora azul, que aquí en estas fechas, esta luz tan apreciada por los fotógrafos dura más minutos que en cualquier otro lugar del mundo. ¿Será la magia del circulo polar? ¿O será que Santa Claus me está echando un cable parando su reloj permitiéndome fotografiar su hogar con esta luz tan bonita?
